I. Los motivos del escriba (segunda parte)

Manzanillo en el siglo XIX.
El desconocimiento de la tradición, apenas rescatada de la desmemoria total por unas cuantas líneas, a las que falta la solidez de una abundante heredad material en colecciones "intramuros", implica negar la existencia y orígenes de un variopinto movimiento de artistas que tiene en el Guacanayabo su espacio creativo, su pretexto o, a lo sumo, la reminiscencia nostálgica del emigrado. Cierto es que la dispersión de los creadores -en busca de otros horizontes-, obras y fuentes primarias de información, atentan contra la viabilidad de los proyectos, comenzados y casi nunca terminados, de historiar el desarrollo de las artes plásticas en la siempre culta Manzanillo, o, al menos, de explicar sus raíces.(1)

Varias interrogantes pueden establecerse como ejes de una indagación de esta naturaleza. Suele buscarse de manera afanosa una figura a la que atribuirle la "paternidad", así como el establecimiento de escuelas, la preponderancia de una u otra manifestación, o la concepción formal que las alentó, o bien los roles de género en el tratamiento de los temas, o el papel social del artista y, por supuesto, las obras. Mas la comprensión de estas no puede ser cabal si no se entiende primero el medio que propició el desarrollo de la sensibilidad artística y la capacidad suficientes para vertebrar un movimiento cultural sólido y en constante evolución.

La condición portuaria de Manzanillo constituyó la principal riqueza y fuente de desarrollo de una ciudad que, a poco más del medio siglo de fundada, se debatía en una lucha espiritual, social y económica entre cubanos decididos a subvertir el orden colonial esclavista y peninsulares deseosos de mantener o, a lo sumo, reformar su status, siempre en detrimento de los criollos. Estuvo poblada en sus inicios por bayameses, camagüeyanos, yarenses, ibéricos, con particular fuerza de la facción catalana.

El intenso trasiego marítimo de mercancías y pasajeros le permitió mantenerse en contacto con importantes centros comerciales y culturales del país y el extranjero e incrementar esa mixtura étnica con el "doloroso aporte de la esclavitud", con grupos europeos de menor importancia numérica y otros procedentes tanto del Asia menor como del gigante chino. No debe soslayarse la cercana presencia aborigen que desde los cacicazgos de Macaca y el Guacanayabo influyó en toda la zona.

Nota:

(1) Aunque no resulte objeto de esta indagación es recomendable que en esfuerzos futuros se analicen independientemente los derroteros seguidos por la artesanía, pues la existencia en 1879 de un Casino de Artesanos, habla a todas luces de la fortaleza de una manifestación que hoy resulta familiar para visitantes y transeúntes habituales.

Comentarios