II. El largo y tortuoso camino (1855-1907) [primera parte]

Solo por los Apuntes históricos de Manzanillo y su fundación se ¿sabe? de la aparición de un "maestro Apodaca, andaluz y pintor de escuela" en la joven villa manzanillera del siglo XIX. El italiano Francisco Beccantini se presenta entonces como pionero de la actividad pictórica con sus trabajos en el Teatro Manzanillo a partir de 1855, a lo que añadió su labor como daguerrotipista en la década siguiente. Es probable que en algún momento compartieran estos sus conocimientos con discípulos de relativas aptitudes, como el ayudante mestizo de Beccantini, Jesús Fernández, o los primeros manzanilleros reconocidos propiamente como pintores en la escasa literatura sobre el tema: Eladio Maurán Segrera y Miguel Raventós Martínez.

Recibo del pago de la Sociedad Filarmónica firmado por Beccantini.

De Maurán Segrera apenas se supone su nacimiento en enero de 1838 o fines del mes anterior(2) y que durante el último decenio del siglo vivió en el número 15 de la antigua calle Cristina –actual Saco entre José Miguel Gómez y Merchán–, a poco más de dos cuadras del sitio donde Beccantini instaló su estudio fotográfico. A él, sin embargo, atribuía Francisco Javier Antúnez la primacía por la destreza como dibujante y el dominio del color y la perspectiva, así como un San Francisco que a su juicio constituía su mejor obra y cuya localización se ignora.

Sala del Teatro Manzanillo. Mural cenital.
Sin embargo, una referencia recientemente descubierta hace pensar que otros nativos pudieron aprender los rudimentos de la pintura y el dibujo bajo la égida del escenógrafo italiano. Tal es el caso de Manuel Francisco Merchán Pérez, hermano mayor del periodista, crítico y diplomático independentista Rafael Merchán Pérez. El 8 de octubre de 1857, El Eco de Manzanillo dio a conocer el gasto de un peso como pago al cuadro pintado por Manuel Merchán para la función presentada el 4 de octubre en el Teatro Principal,(3) lo que lo convierte en el primer pintor manzanillero que percibió dinero por una obra y, por tanto, en predecesor de Maurán y Raventós.

Tres días después, el mismo interdiario señalaba "¿Quién creerá que en una población de mas[sic] de cinco mil almas, como es Manzanillo, no hay avecindado un pintor que ejerza su oficio para servir al público?". A todas luces, las cualidades del joven de veintiún años no se acercaban a las facultades del maestro procedente de Bolonia, que en ese momento parecía encontrarse fuera de la jurisdicción, muy probablemente en asuntos teatrales. De otra parte, nada más se conoce sobre Manuel Francisco y el texto permite aquilatar el papel social que se atribuía a los artistas, expectativas compartidas por contextos aun más cosmopolitas como la cabecera del departamento oriental donde Walter Goodman percibió que el público "Todo lo que pretendía de un pintor era que embelleciera los objetos de su vida diaria o a lo más que dejara grabada para siempre en la tela la imagen de sus muertos queridos."(4)

Notas

(2) Según Certificación Literal de Partida de Bautismo, Libro 4, Folio 61 v, Número 291, era hijo de Francisco Maurán y Encarnación Segrera y fue bautizado el viernes 19 de enero de 1838, aunque no se consignó el día del nacimiento (Archivo Parroquial de La Purísima Concepción).
(3) "Cuenta de cargo y data de la función dramática presentada el 4 de octubre en el Teatro en beneficio del Cementerio", en: El Eco, Año I, Nº 24, Manzanillo, jueves, 08/10/1857, p. 1.
(4) Walter Goodman: Un artista en Cuba, p.10.

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