II. El largo y tortuoso camino (1855 - 1907). [segunda parte]


M. Raventós: Magdalena ¿?, 1892.
La historia personal y pública de Miguel Raventós está mucho más clara. De ascendencia catalana y bayamesa, al parecer nació en 1853 y su fallecimiento ocurrió en La Habana en 1909. Como comerciante incursionó en los giros de pulpería, panadería y ganadería, en el que alcanzó los mayores réditos y hasta llegó a explotar la finca Demajagua. Asimismo, figuró entre los miembros del Ayuntamiento de la ciudad. Por las informaciones de Antúnez se le supone autodidacta. El Liceo manzanillero contaba con un pequeño teatro cuyo escenario y telón de boca fueron decorados por él. Todo indica que tenía predilección por el paisaje y en él alcanzó sus mejores logros.

En 1892 pintó una Magdalena, un tanto ajena a la iconografía tradicional, que dedicó a su amigo y benefactor de la ciudad José Caymari Vila, para la que se preparó una "curiosa estructural cenital", que todavía hoy la soporta y necesita de la restauración de la cubierta. En diciembre del 93 firmó un paisaje casi cercano a las vedute de la Serenísima ciudad del mar Adriático, pero con la silueta destacada de una cúpula catedralicia que, en lontananza, pudo haber representado la magnífica estructura de Christopher Wren que domina Londres: San Pablo, o, más probablemente, la figura monumental de la Almudena, desde un ángulo del río Manzanares. Redescubierta en fecha reciente, no han podido establecerse influencias claras ni objetos que la inspiraron. Aunque su pincelada parezca algo tímida y queden los vestigios del dibujo, su resultado es mucho más feliz que la anterior.

M. Raventós: s/t, 1893.
Los documentos y la prensa permiten seguir un rastro difuso: el de Jesús Fernández. ¿Sería el ayudante mestizo de Beccantini el mismo que se presentaba como José de Jesús Fernández, pintor y dorador, además de rotulista, en el periódico El Comercio?(5) ¿O tal vez el agente del marmolista cienfueguero Miguel Valls promovido en las páginas de El Anunciador y El Triunfo?(6) Fernández siguió haciendo trabajos de escenografía para el teatro de la calle Santa Ana y al ocurrir el deceso del Alcalde corregidor Ricardo Vallespín en 1894 dio su aporte gratuito a la velada fúnebre organizada en dicho coliseo, para la que pintó un decorado y un retablo en el que se emplazó el túmulo rematado por un retrato del difunto salido de los pinceles de Raventós.(7)

Su caso guarda semejanza al del mestizo esclavo Manuel Eugenio Jiménez, de cuyas tallas religiosas en madera solo se conoce hoy por el testimonio de don Pancho Antúnez, que lo situaba como aprendiz del ebanista Julián Jiménez. Tal vez la modestia de estos artífices estimuló la idea de adquirir en otras latitudes las imágenes sacras para el templo parroquial inaugurado en 1843, como la Purísima Concepción transportada desde Tarragona y donada por Antonio Mayol, alcalde mayor provincial. En 1892 el padre Francisco María Pérez Acevedo entronizó la que actualmente orla el retablo principal.(8)

Ese año dejó otra huella documental que suscita al menos una duda razonable: ¿cuál sería la calificación del joven pardo bayamés Marcos Gutiérrez inscrito como pintor en el padrón vecinal del primer barrio de la ciudad? Según los datos consignados había vivido en Manzanillo por más de una década, en el número 61 de la calle Sariol, era católico y poseía al menos instrucción elemental.(9) Sin embargo, se carece de otra evidencia sobre su quehacer y destreza y el ser ignorado por Antúnez impide dilucidar si el mismo se dedicaba a trabajos menores como los rótulos o si era, como popularmente se conoce, pintor de "brocha gorda".

El devenir de la fotografía durante la centuria decimonónica ha sido poco estudiado y ello se debe a la carencia del testimonio gráfico indispensable para trazar sus derroteros, funciones, características y logros fundamentales, para juzgar con criterios estéticos, por lo que se recurre a las fuentes de archivo y la escasa prensa conservada de aquella etapa genésica. Gracias a la información que brindan puede hablarse de un panorama en el que fueron introduciéndose paulatinamente técnicas como el daguerrotipo, el ambrotipo o el melainotipo, hasta otras más modernas. Aunque no parecía sorprendido el redactor de El Eco de Manzanillo cuando el retratista E. Burrit abrió su estudio en la calle Santa Ana en 1857, primera referencia histórica en la ciudad. Se anunciaban retratos de personas enfermas, muertas y niños, a la usanza de la época y copias de pinturas, estatuas y edificios públicos.(10)

A este siguieron los salones del itinerante Evaristo Bavastro y del escenógrafo Beccantini, ambos en el número 25 de la calle Cristina, actual Saco, José García Collado y los parisinos L. Galland y H. Arraud, entre 1860 y 1864. La desaparición de toda fuente periódica desde 1865 hasta 1879, coincidiendo con el período marcado por la conspiración independentista y la Guerra Grande, no significa la ausencia de actividad fotográfica, pero obviamente impide aportar más datos hasta la apertura del estudio de Genaro Soler, en la misma cuadra de los extintos salones del boloñés Beccantini y de Bavastro, pero en el número 28.(11)

Notas
(5) El Comercio, 2ª época, Año I, Nº 5, Manzanillo, viernes, 10/03/1865, s/p.
(6) Vid. El Anunciador, Año I, Nº 11, Martes, 07/06/1879, p. 2 y El
Triunfo, Año II, Nº 14, 19/02/1888, p. 4.
(7) AHMM. Otros fondos. Francisco Javier Antúnez: ¿Quién fue Vallespín?
(8) Las primeras imágenes de culto debieron ser rescatadas del incendio que devoró el templo existente en 1832 (Gabriel Espinosa Escala: "Cronología histórica de la iglesia católica Purísima Concepción de Manzanillo", en: Enciclopedia Manzanillo 2007 [en línea] http://www.enciclopedia-manzanillo.cu/datos/a183.htm).
(9) AHMM. Fondo: Gobierno Colonial. Serie: 2. Subserie: 2. 10. Padrón Vecinal del Primer Barrio de la Ciudad (1892).
(10) El Eco de Manzanillo, Año 1, Nº 37, domingo, 22/11/1857, p.4.
(11) El Anunciador, Año I, Nº 11, Martes, 07/06/1879, p. 2.

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