El eterno gozo de recordar



Todo se metamorfoseaba,
regresando a la condición primera.
El barro, volvió al barro…
Alejo Carpentier (Viaje a la semilla)

Un público acostumbrado al verdor de la campiña cubana, a su luminosidad, quedará sorprendido ante esta visión extraña del entorno tropical. Tampoco será indiferente a la pequeña escala de las piezas frente a los tradicionales formatos. Pero se encontrará aquí con una labor delicada que parece un ejercicio de memoria individual contra el extrañamiento. El ojo saturado por el sol intenso del oriente de la isla y por los colores de la era digital choca contra una reminiscencia del pasado del arte. Parece revivir el verdaccio, aquella mezcla de negro, blanco y ocre que los maestros del siglo XV aplicaban al lienzo antes de dotarlo del color definitivo.


Volver a la tierra nativa y a uno de los temas más tratados en la historia de la pintura cubana en semejante forma, se antoja estrategia de subsistencia, de autoafirmación, en tanto se diferencia de la generalidad con sus propias armas. José Ángel emprendió su retorno a la génesis, al momento prístino de su nacimiento natural y espiritual, después de ese peregrinaje que lo llevó del solar nativo a la ciudad cosmopolita y luego al sitio donde transcurre su existencia, epicentro de su proyecto cultural “Perspectiva”, que irradia el hálito creador del arte hacia parajes intrincados. Pero en ese trayecto quedaron estampados en su memoria montes, nubes, colinas, riachuelos, piedras, arbustos, maleza, los penachos de las palmas erguidas contra el cielo. Aquí los devuelve como eco en busca de su caja de resonancia.

Carlos R. Escala Fernández

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