Panacea luminosa



En el reino de las apariencias que es este universo la luz es la clave que permite percibir e interpretar lo captado. ¿Cómo se descompone? ¿Cómo se refleja, absorbe o refracta? ¿Acaso depende del observador? Absolutamente no. Pero el ojo del fotógrafo selecciona su verdad pues, ex profeso o no, ya había aislado fragmentos de lo real, de eso que ha captado gracias a la luz, para otorgarle un valor personal y arbitrario. Ahí es donde actúa el Yo, donde se reordena el entorno visible según la escala con la que el individuo es moldeado, se edifica a sí mismo y construye su mundo, todo al unísono. Luego viene la puesta en escena, grandilocuente o sencilla, para representar su papel de autor singular o para comunicarse, sin más, con los simples mortales, consciente de su humilde finitud.

¡La teoría del caos contra el azar concurrente! Parece un juego en que el segundo queda sumido en los cálculos improbables del primero, constreñido entre fórmulas matemáticas y “atractores”. Entonces se descubre que nada es tan aleatorio como los datos superficiales parecen indicar. No, en efecto, porque la luz en sus diversas relaciones fácticas y simbólicas une estas imágenes que parecen extrañas entre sí aunque no lo son. Ella devela o esconde. De lo abstracto a la figuración, del color múltiple al monocromo, de la claridad a la sombra, del detalle al plano general. Vida, muerte y trascendencia en un ciclo existencial marcado por cierta monótona regularidad plasmada en adoquines, tablas y farolas, en el “largo y tortuoso camino” que queda atrás y el que falta por recorrer, pero con el aderezo de la circunstancia variable.

Por medios diferentes, Jusni y Yander completan entre sí un relato catártico desde el nacimiento hacia lo imprevisible, al desarrollar metafóricamente una historia basada en objetos, con una presencia anecdótica del ser humano (Breathless routine I y II) a los efectos de resaltar una andadura en la tierra en la que el propio autor entra en lisa, se trasmuta en el anónimo peregrino. La voz que ha narrado se convierte en protagonista visible, cuando en realidad ha estado siempre allí. Además, introduce el accidente junto a lo natural, la imperfección y los anhelos, el vínculo místico y cultural concreto con lo divino. La muestra se convierte tanto en reflejo del macrocosmos como en imagen del microcosmos, es decir, del mundo y del individuo, de sí mismos; igual que la discreta torre que se dibuja contra el cielo cambiante en la eterna aspiración humana de trascender.

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