Bajo el signo de lo abstracto

De un modo u otro el camino de la abstracción ha sido siempre la ruta
del Arte, porque es una cualidad intrínseca de la mente humana en su
condición racional y también emotiva. Bien por la forma, o por el
color, o por ambas vías, se transita por un proceso de síntesis que
conduce a una explosión de libertad en el orden de lo psicosomático.
Esta es una suerte de epifanía experimentada por el artista en las
diversas fases del acto creativo, que devuelve su manera de percibir
el universo y, ¡oh, paradoja!, en el lenguaje más realista posible.

Sí. Toda figuración pictórica es sortilegio, es mero acto de engañar a
los sentidos. Sin embargo, la expresión abstracta, aquí vinculada
desde lo simbólico sugerido al subjetivo concepto de Patria, dirige
además la percepción hacia la cualidad intrínseca de la pintura: el
nexo entre soporte y pigmento y su polisémico resultante visual.
Aunque el creador no pretende condicionar al público, lo hace y
recalca de hecho, pues le "transfiere" en el título de la muestra la
capacidad plena y libre de completar su propia idea del conjunto y de
cada pieza, en armonías cromáticas intensas o más tenues, inversamente
proporcionales a sus dimensiones.

Mas esta es una pequeña licencia del autor consciente de que, con
independencia de sus intenciones, cada individuo que las contemple le
dará su propio sentido, como parte del ciclo que solo concluirá con la
futura y previsible desaparición física de la obra. Ramón Quesada
tiende la mano, y el pincel que blande, hacia corrientes históricas de
vanguardia del siglo XX en lo formal y hacia la heredad cultural de un
entorno de fundadores.

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