Loading…

El objeto es una promesa, una deuda, una boda, una guerra.
Maurizio Ferraris (¿Dónde estás? Ontología del teléfono móvil)

Los barrotes no son de acero. Más bien de inercia.
PIPIO (Geometría interior)

Sube el telón. El autor observa una pieza dramatúrgica, obra que pende
de hilos "invisibles". Yainier Salazar, "Pipio", alista el "ojo-lente
/ lente-ojo avizor" que capta, agudo, huellas prosaicas y hermosas del
absurdo teatro de la existencia. Pipio parece distanciarse de la
escena, contemplarla desde una luneta que en la galería le permite ver
en planos generales, cuadro a cuadro, las tribulaciones diarias de
Manolo, de Paneque y su puerca (¿o al revés?), de un transeúnte
cualquiera, de una carretilla.

Este autor-observador pareciera ser un narrador omnisciente, un dios
en potencia que mira "en picado" desde el cénit, desde las cumbres
olímpicas o desciende al nivel del horizonte. Registra el objeto, lo
clasifica, juzga y conoce hasta lo más recóndito sus móviles y hasta
prevee el futuro: Manolo no podrá arreglar ese artefacto, por más que
se empeñe; la válvula de escape permanecerá cerrada; ese niño no
pisará nunca el césped; la bicicleta seguirá rodando en su búsqueda
eterna del fin que no llega.

La imagen elegida, átomo sobre átomo, aprovecha los tercios
imaginarios y la direccionalidad oblicua de líneas que pueden variar
de ángulo a su arbitrio o construye "composiciones binarias" en las
que juegan las texturas y la dualidad conceptual del espacio
vacío/lleno y la exégesis del objeto, la relación figura/fondo,
incluso la perspectiva forzada. La visión multicolor o monocroma
tributa a este juego de dualidades una dimensión temporal que junto a
la selección del motivo, el encuadre y el título condiciona la
percepción.

El montaje subvierte la tradicional manera de exponer fotografías para
convertirlas en una instalación y contrapone al tiempo transcurrido en
la acción congelada por la cámara, la sensación de cuerpos inertes en
el vacío, una atemporalidad surrealista, anclada nada menos que en
impresiones de personajes reales y construcciones socioculturales.
Ciertos actos de lo cotidiano parecen condenados a repetirse sin
descanso: el mito de Sísifo.

La acción denotativa del par imagen/título es trascendida
connotativamente por cuanto el objeto en sí no es solo una impresión
que se supone fruto de un proceso creativo y tecnológico de un momento
dado y reflejo de la cosmovisión del autor, sino que en su sentido
ontológico el perceptor puede advertir o no la estructura colgante que
soporta las fotos como parte del contenido y analizar el conjunto como
una pieza singular o múltiple que levita en el espacio, o como una
serie de marionetas movidas al arbitrio de una voluntad superior.

Pero nada más ajeno a las divinas potestades. El artista no es autor
ni voyeur, es poeta y cronista que se afana en encontrar el verso
preciso para desnudar la realidad, para quitarle los ropajes en busca
de aquello que es invisible a los oídos. Es rebelde. Se enfrenta a la
dicotomía inevitable de la vida: aquello que libera al ser humano al
mismo tiempo le aprisiona en un círculo eterno, rueda del destino, to
be or not to be. Ni Sísifo, ni la roca. Los barrotes no hacen una
prisión. Nada puede encerrar el espíritu, ni siquiera su propio
cuerpo.

Pipio fotografía como escribe, consciente del orden caótico y surreal
que rige el universo –¿los universos?–, de su relación con el contexto
y la historia, del movimiento pendular del badajo, la convulsión del
párpado –alusiones metafóricas de la realidad y el diafragma de la
cámara, el ojo del fotógrafo– y no se resigna a ser manipulado por los
elementos. No es el vellocino de oro la causa de sus desvelos. Es el
acto mismo. Incluso los babuinos sueñan. Baja el telón.

Comentarios