Santuario para hormigas

El paisaje extiende sus manos:
una es el llano cuyas distancias
se elevan como los bultos de tu palma.
La otra es el cielo, que desciende
como una mano cae sobre un insecto.
Lawrence Bantleman (En Uttar Pradesh)

Los cantantes en tiempo de trilla
Han cambiado sus trajes para nuevas tareas…
Saleem Peeradina (Día de campo)

Como el legendario pintor Notcha (Li Cheng-Jao) ante el paisaje
oriental, ante la representación de su tierra, así esta generación de
artistas alza su vista hacia el Levante en busca de un sitio… lugar
geográfico, espacio espiritual, hogar y barrio en el que creció y
entró a la ruta del arte.

Con independencia de la diversidad de credos estéticos, sobre las
piezas de Campins, Yaque, Michel, Elizabet, Yornel, Darwin, Yeremy,
Luis Enrique, se ciernen nociones que han descubierto y sentido de
modo paulatino: la fragilidad de la existencia, el precario equilibrio
de las relaciones humanas y con la naturaleza en el devenir a lo largo
de los siglos y la búsqueda de lo perdurable, en la experiencia, la
percepción, la memoria, "en el gran amasijo del tiempo" –dijera
Calvert Casey.

Ajenos a discursos totalizantes y anclados en la paradójica
complejidad de conceptos y principios simples que unen al hombre
común, los reflejan de modo tal que en la trasmisión de sus mensajes,
de sus enunciados, radica la universalidad y la trascendencia sobre la
fugacidad y mutabilidad de la circunstancia. Son capaces de indagar y
hablar sobre tópicos comunes a los ciudadanos del mundo allí donde se
encuentren, por azar o compromiso.

Si se trazara un itinerario de los puntos de confluencia entre ellos
se encontrará la huella de dos o más de estos creadores en más de
medio centenar de exposiciones colectivas a partir de 1998, desde
Manzanillo a Santiago de Cuba, Holguín, La Habana, Fort de France,
Amsterdam, Lisboa, Glasgow, Madrid, Munich, Bruselas, Lille, París,
Milán y Detroit.

En su trabajo, convergen la pluralidad y actualidad de referencias
marcadas por una recepción critica, inquisitiva, de la tradición
universal, el extinto campo socialista, los avatares y prácticas de lo
cotidiano, la cubanidad "pedestre", y los desvaríos pos, neo e
hipermodernos de lo contemporáneo, que les hacen propietarios de un
vasto capital cultural, conseguido con tesón, cuyas herramientas
emplean en la investigación, el proceso, el acto creativo y sus
secuelas.

"Palpamos" el énfasis en el fenómeno perceptivo a través de la escala,
los títulos, la hibridación de lenguajes (pictórico,
objetual-escultórico, fotográfico, audiovisual, científico,
literario), en la interpretación personal de los medios tradicionales
y aquellos más recientes consagrados por la praxis y convertidos en
modelos de actualidad, contra los que otra cosa resulta herejía.

Se deshacen del lastre utilitario, programático y autoreferencial de
las expresiones del entorno social, "abandonan el estruendo del
presente" (otra vez Casey!). Pero aterrizan el arte en la realidad,
por contradictorio que parezca. Vista además la obra como documento
artístico e histórico, por sus cualidades estéticas intrínsecas en las
que se refleja un alto dominio del lenguaje plástico y factura
exquisita y como reflejo de la época y contextos específicos; la
figura humana se diluye hasta desaparecer y quedar la invitación a
contemplar su huella en los artefactos y residuos de la civilización,
incluso la obra misma.

Ellos fueron testigos con variable grado de conocimiento vivencial del
impacto de sucesos trascendentales en el curso de la historia mundial
en las bases mismas de la realidad cubana (el "desmerengamiento"); a
pesar de lo que no se perdió el utópico resquicio del arte como tabla
de salvación (contrición-catarsis-ensoñación), que supuso la muerte de
la Escuela Elemental "Carlos Enríquez", para vivir y madurar en sus
frutos hasta plantar nuevas simientes.

Una década después, la Academia homónima debió cumplir su propio ciclo
vital. Acunó el germen de la rebelión en el lobby-galería de un cine
casi nuevo, con una historia centenaria, teatral (espectáculos
dramáticos, operísticos, vernáculos, políticos) y en las artes
plásticas, merced al trabajo escenográfico, oficio artístico más
prestigioso de la insular, aplatanada y rumbera belle epoque
republicana (con sus vacas gordas y flacas).

La revuelta generacional fue un giro de tuerca en el devenir de la
cultura local, dinamizador de las artes visuales, fermento para los
ámbitos académicos (que gozaron además del aporte de las escuelas El
Alba y José Joaquín Tejada y de lecturas paradigmáticas), y dio origen
al fenómeno que ahora, en el "colonizado espacio capitalino" pretende
cerrar otro círculo (eterno retorno/ carpenteriano viaje a la
semilla), luego de recorrer todas las etapas de la enseñanza, sobre la
base del pasado latente en esta "isla que se repite".

La apertura de nuevas puertas, constituye su propio asalto a la
posteridad con los instrumentos de su tiempo (¿avíos de pesca?); sin
militancias absolutas, fórmulas inamovibles, ni cábalas, y con
singulares capacidad de asombro y fabulación y sentido innato de lo
poético, cocinado a fuego lento en cerca de siglo y medio de prácticas
literarias y artísticas en el terruño idealizado, en la búsqueda
individual de la belleza y la armonía en su sentido más profundo y
según sus propios cánones.

Pero atribuir solo a referentes históricos, pedagógicos y artísticos
la causalidad de un fenómeno local que desbordó los límites físicos,
temporales y mentales de lo primigenio y lo nacional, sería aplicar un
argumento determinista fútil, toda vez que desecha los denodados
esfuerzos individuales en la consecución de metas personales éticas,
filosóficas y estéticas, más elevadas y, al unísono, deja sin
explicación las problemáticas del ámbito originario y los alcances,
similitudes, diferencias y estrecheces de otros coterráneos. El
argumento teleológico no se cumple tampoco si no existe una voluntad
aglutinadora.

Ahora armamos aquí, como otras tantas veces, un convite. Nos reunimos
para disfrutar de algo más que un mero vernissage, un encuentro
transitorio, un no-lugar. Venimos a compartir un "diálogo con las
esencias", a experimentar la necesidad de retorno que no se antoja
pose, ni performance, sino acto de bien común, público y, cómo no,
personal. Pues …de donde somos / no se asemeja a un país, / parece más
como las grietas/ que se abren entre fronteras / tras sus espaldas
(Imtiaz Dharker), por donde fluimos como laboriosos insectos que
inundan el cauce del mismo río (Hicotea, Almendares, Tajo, Arno,
Olona, Danubio, Aar, Clyde, Támesis, Detroit, da igual!) para llegar
ante la visión de este selfmade "handscape", sin quirománticos ni
Lawrence Bantleman y marchar a casa, como aquel mítico pintor chino.
El acto mismo es ya ese regreso a la raíz.

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