Noche estrellada en la calle San Telmo

"La belleza es la equidad absoluta."
Constantin Brancusi.

Se abre la ventana y se contemplan los techos coloniales y los
depauperados muros del hotel que a todos duele. La memoria vuela hasta
la campiña: el poblado alegre, los potreros y arboledas de San Ramón,
los sembrados, la playa, el mar. Una especie de salto en el tiempo o
de ensueño.

Y aún insatisfecha, Gloria Fabra envuelve ese cándido universo naïf de
alusiones míticas, seres fantásticos –acaso divinos– y referencias a
la historia del arte universal, pasadas por el tamiz del imaginario
popular criollo. Este universo, rico en detalles, es tan descriptivo
como simbólico.

Sus piezas reflejan la "ternura en la mirada" que Van Gogh disfrutaba
en los cuadros de Rembrandt. Pareciera adherirse al consejo del
holandés a su hermano Théo: "debemos volver a la naturaleza a pesar de
nuestra educación y nuestro trabajo en un mundo convencional."

Tal vez toda ella no esté aquí. Pero en las telas que contemplamos
están su infancia, sus mascotas, seres queridos, el vivo reflejo del
amor franciscano por la Creación y sus "hermanos menores"; la
realización personal de la potencia creadora que yacía dormida en su
interior a la espera del momento oportuno. Es esta una manera de
Gloria de celebrar la vida que hace pensar nuevamente en Brancusi:
"Cuando dejemos de ser niños es que ya estamos muertos."

Fotos: cortesía de la artista.

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