ROSTROS QUE MIRAN

Me hallo en la galería, seleccionando planos y encuadres que me
permitan ofrecer vistas panorámicas y detalladas de la exposición. De
pronto, unos niños de uniforme y mochila entran a la sala en la
dirección instintiva que su innata curiosidad les impone, sin reparar
en "el fotógrafo". Parecen reconocer algunos de los "personajes". Sus
voces y expresiones denotan el asombro.

Durante septiembre, octubre y primeros días de noviembre, la Galería
Carlos Enríquez ha ofrecido al público la exposición "A contra
tiempo", de Orlando Álvarez Zayas, compuesta de once retratos. Una
mezcla de familiares, imágenes selectas al azar y la socorrida figura
de Ibrahim Ferrer que se multiplica en talleres, mercados y ferias.
Luchador autodidacta, el creador no vive por, ni para el arte. Desde
hace años comenzó un camino irregular de idas y retrocesos, en el
tiempo que deja "la búsqueda" del sustento. Perseverante, al fin, sale
del anonimato; aunque ya se había "atrevido" a participar en el salón
municipal entre artistas de academia.

La mayoría de los rostros se ven envueltos con diferentes telas, como
ingenua reminiscencia religiosa refrendada por los títulos en unos
casos; en otros, atuendo ordinario. En la mirada y el gesto de Diana,
la madre, se aprecia una hondura singular. Puro instinto y práctica lo
llevaron a encontrar algo fundamental en el género: la vida contenida
en la expresión. Cuando José Martí y James Joyce se refirieron a la
trilogía de la pasión de Cristo de Michael Munkácsy, señalaron esa
característica como logro fundamental y ello puedo sentirse en estas
piezas.

Incluso desde el exterior de la galería se percibe que Orlando es
capaz de encontrar aquella "verdad" que persigue Chuck Close: "Lo que
más me interesa es que el rostro que escojo tenga una vida que yo sea
capaz de transmitir y que quienes lo contemplen se conmuevan." Dicho
esto, nótese que todo emprendimiento humano es perfectible y que en la
obra terminada y en lo inacabado se aprecia la necesidad del estudio
de la tradición y del ejercicio sistemático que consolide el
conocimiento, para acentuar la sicología de sus personajes con todos
los elementos de la composición, prescindir de lo superfluo,
trascender la técnica y liberar el trazo. La exposición debe
contribuir con todos sus elementos a resaltar la obra y propiciar el
vínculo enriquecedor con el público.

Mas no ha de desviarse el centro de atención. El trabajo de este joven
resulta un feliz hallazgo en medio de las vicisitudes cotidianas,
vencidas por el espíritu que se impone a la circunstancia -en la que
otros flaquean, a pesar de la experiencia y el oficio- para hablar
desde la profundidad del alma sedienta de fe y belleza. Sea la muestra
un estímulo a la superación personal que le permita adquirir
herramientas más allá de lo formal, lo pragmático y lo poético, en el
sendero que lleva al descubrimiento del sentido, de la voz propia, de
una voz potente y genuina.

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